

El atletismo siempre ha sido uno de mis deportes favoritos. Mis primeros recuerdos datan del Europeo de Atenas '82. Desde entonces, este bendito deporte me ha permitido vivir momentos inolvidables. Pero siempre a través de la pequeña pantalla. Cuando me enteré de que los Europeos del 2010 se iban a celebrar en Barcelona, me quedó claro que iba a hacer todo lo posible por acudir. Afortunadamente, mi trabajo ha aflojado ligeramente y pude librar el sábado por la tarde y el domingo. Todo un "logro" que me permitió viajar a la Ciudad Condal acompañado de un amigo más interesado en ir a la playa que en ver con sus propios ojos uno de los mayores espectáculos que nos puede proporcionar la raza humana.
Nada más entrar al estadio, las heptaletas estaban lanzando jabalina. Las combinadas son un poco el "patito feo" de las competiciones atléticas. Pero fue mi primer contacto con el atletismo en vivo y lo seguí con interés. Me sentía como un niño que va por primera vez al circo. En la pista pasaban muchas cosas y cada una conseguía cautivarme y captar la atención. También me impresionó la primera ceremonia de entrega de medallas. Cuando escuché el himno alemán en honor de la lanzadora de martillo Betti Heidler, con todo el estadio ponbiéndose en pie, me sentía como si hubiera ganado yo. Lástima que, en mi afán de estar lo más cerca posible de los atletas, adquirí una localidad con una perspectiva muy poco panorámica. Por ello, me costó bastante seguir pruebas como el peso o la pértiga masculinos. En compensación, fue testigo privilegiado del triple salto femenino. Como curiosidad, en esta prueba compitieron la portuguesa Mamona y la helena Perra.
El plato fuerte de la jornada fueron los 5000 m masculinos, donde Jesús España consiguió una meritoria plata frente al intratable Mo Farrah.
El domingo por la mañana reservaba un acontecimiento muy emotivo. Nada menos que la maratón masculina. El paseo de Colón y aledaños estaba repleto de público para animar a los sufridos atletas, que no sólo se enfrentaban a la mítica distancia, sino también a la humedad y al calor. El ya casi legendario Chema Martínez se hizo con la medalla de plata. Nada más atravesar la meta, junto al parque de la Ciudadela, Chema demostró que si su categoría atlética es grande, la humana no le va a la zaga. Recorrió la recta de meta en sentido contrario para agradecer al público su apoyo, consiguiendo emocionarnos a todos.
La tarde se presentaba apasionante. Y la verdad es que, en absoluto defraudó. Esta vez había buscado ubicarme en la curva donde se desarrollaba el salto de altura femenino. En un concurso muy emocionante y de un nivel excelente, la croata Blanca Vlasic consiguió llevarse el gato al agua. Impresionante el comportamiento del público, animando en todo momento a las saltadoras, aunque estuvieran compitiendo contra la española Ruth Beitia. Una pena lo de la cántabra, a la que se le niegan al aire libre los éxitos que consigue en pista cubierta.
Mientras, se iban sucediendo concursos y carreras. Yo intentaba estar al tanto de todo, incluso ayudándome de unos prismáticos. Pero como se suele decir por Aragón, "no adubía". El foso de longitud me pillaba en la otra punta. Y cuando me quería dar cuenta, Alekna o Pestano ya habían lanzado el disco. Me pude centrar, eso sí, en los 1500 m femeninos. Se me ponía la piel de gallina cuando las atletas pasaban por mi zona y el público se ponía en pie y se volvía loco animándolas. El estadio casi se cae abajo cuando Nuria Fernández se impuso con un poderoso sprint final, secundada por la tarraconense Natalia Rodríguez en tercera posición. Las carreras de relevos 4x400 con dominio ruso cerraron el programa. Por mí podrían haber seguido otras 3 horas. Por algo se suele decir que el atletismo es el auténtico rey de los deportes. Un partido de fútbol de 4 horas sería algo difícil de digerir. En cambio, una sesión atlética de tanto o más tiempo, se pasa sin darse cuenta.
La ceremonia de clausura fue bastante sencilla, dando el protagonismo a los voluntarios y a los atletas. Me parece mucho más acertado que los espectáculos grandilocuentes que suelen adornar las inaguraciones. Como postre, unos fuegos artificiales iluminaron la noche barcelonesa.
Mi primera experiencia como espectador de una prueba atlética de categoría no ha podido ser más positiva. Aparte del innegable y grandioso espectáculo que los atletas nos otorgan en el foso, es impresionante el ambiente de las gradas. Un público entusiasta pero muy respetuoso que anima a todos los atletas, independientemente de su nacionalidad. Destacar la gran cantidad de aficionados extranjeros que poblaban las gradas. Si a eso les sumamos los españoles que venían de fuera de Barcelona y que el estadio no estaba lleno, me da la impresión de que los barceloneses no son muy aficionados al atletismo. Pero se les perdona si saben organizar tan bien actos como éste, o los mismos Juegos Olímpicos.
Como dijeron en la clausura a modo de despedida:Nos vemos en Helsinki 2012. ¿Alguien se anima?