jueves, 1 de septiembre de 2016

ATERRIZANDO EN CUBA

 A pesar de que Huesca cuenta desde hace algunos años con un flamante (por el poco uso) aeropuerto, en mis viajes siempre tengo que desplazarme bastantes kilómetros para coger mis vuelos. En este caso el trayecto a Madrid fue más cómodo que de costumbre al poder hacerlo en AVE, gracias a una tarifa más que competitiva. Pero no se lo agradezco a la RENFE, sino a los amables lectores españoles de este blog, por haber contribuido gustosamente a financiarme parte del importe del billete mediante sus impuestos.
 Las 10 horas de vuelo de Madrid a La Habana en una compañía de bajo coste (Evelop!) me infundían cierto temor. Nada más lejos de la realidad, ya que la tripulación ofertó un servicio digno de cualquier aerolínea de bandera.
 El aeropuerto de La Habana presenta el típico diseño funcional de cualquier aeropuerto del mundo, pero se respiraba un ambiente distinto, más informal y relajado. Esto se empezó a traducir en una espera superior a la habitual para recoger mi maleta de la cinta y se confirmó en cuanto acudí a una oficina de cambio de moneda. La cola no era muy grande, pero avanzaba muy lentamente, ante la desesperación de una turista española situada delante de mí, que parecía mostrar cierta urgencia por abandonar la isla. Ya empecé a darme cuenta que ir con prisas en este país sólo podía conducir a la frustración.
 Cuando llegó mi turno, la empleada me explicó que esa oficina era sólo para cambiar moneda nacional a extranjera, por lo que debía buscar otra oficina situada en el exterior del aeropuerto para cambiar mis Euros.
 Otra nueva espera que me sirvió para obtener CUC (divisa para turistas cuyo valor es similar al Euro), no siendo posible hacerme con moneda nacional. Ello sólo se podía hacer en la ciudad.
 Ahora tocaba buscar transporte hacia el centro. Mis pesquisas no consiguieron encontrar transporte público, por lo que intenté reclutar compañía para compartir un taxi. Toda la gente a la que pregunté venía con paquetes turísticos que incluían transporte, así que me enfrenté en solitario a algo que detesto: el regateo. Los taxistas insistían en que por menos de 25 CUC no me podían llevar, ya que era la tarifa oficial. Uno de ellos me llevaba por 24, y me dijo que las tarifas estaban expuestas en un cartel dentro. Lo comprobé, me di por vencido y accedí a que me llevara.
 El trayecto del aeropuerto a mi alojamiento me sirvió para darme cuenta de que había llegado a un lugar único, con una atmósfera totalmente genuina. Sobre todo me llamaron la atención dos detalles: los modelos de coches muy antiguos y las vallas que en vez de anunciar productos, promocionaban consignas políticas.
 Básicamente, en Cuba hay dos opciones de alojamiento: hoteles y casas particulares donde te alquilan una habitación. La segunda me parece mucho más interesante, y fue la que elegí. Para esta primera noche, se trataba de una casa no muy céntrica, pero situada muy cerca de la terminal de autobuses.
 En la casa me recibió una pareja tan provecta como entrañable. El hombre me enseñó la habitación que contaba con aire acondicionado, baño privado y, no menos importante, una nevera con una jarra de agua hervida y filtrada. El agua del grifo en Cuba tiene mucho peligro, como pude comprobar más tarde.
 La conversación con los dueños fue de lo más interesante. Tenían colgado un retrato del Che Guevara, y al hacer referencia al mismo, el hombre me contó que había participado en la Revolución junto a Raúl Castro.
 Se hizo de noche, pero no renuncié a mi primera incursión por la ciudad. Estaba situado en un barrio humilde y la iluminación era más que tenue, lo que hizo que diera mis primeros pasos con cierta prevención. No tenía ningún mapa, así que confié en mi talento natural y empecé a recorrer las oscuras y para mí inquietantes calles.
 Pronto empecé a relajar la guardia. A pesar de las apariencias, en ningún momento tuve sensación de inseguridad. Luego me enteré de que a los cubanos que delinquen contra turistas les cae un paquete de cuidado. Así que, bien mirado, en este caso no es ninguna desventaja "cantar a turista".
 Tenía previsto llegar al Malecón, pero sin orientación me limite a dar vueltas sin rumbo. Fui a dormir y a la mañana siguiente, tras un nutritivo desayuno servido en la casa y ayudado por el Astro Rey salí a patear La Habana con más criterio.
Plaza de la Revolución
 Empecé por la Plaza de la Revolución, gigantesca explanada estilo soviético con un enorme monolito y efigies de los líderes revolucionarios a gran tamaño en las paredes. Esto se empezaba a animar.
 Seguí mi camino, no sin antes ser abordado por un simpático individuo local, que no me quedó claro si lo hacía por las ganas de hablar o buscando sacarme algo. No tardarían en aparecer los que sin lugar a dudas buscaban lo segundo.
 Me interné en Centro Habana, zona con mucha solera, que, al ser menos turística que La Habana Vieja, no ha recibido apenas inversiones para su mantenimiento. Eso hace que muestre un aspecto muy descuidado.
 Con el egoísmo más absoluto del turista que sólo pasa de visita por un lugar, sin pensar en que hay gente que vive allí todo el año, me pareció un lugar muy interesante. No solo por ese aire arquitectónico desvencijado muy particular, sino por la gran vitalidad y ambiente humano que se palpaba.
Centro Habana:ambiente singular y espíritu revolucionario(al menos cara a la galería)
 Llegué al mítico Malecón. Pero a mediodía, y bajo un sol de justicia, sólo servía como lugar de paso y a ser posible que ese paso sea firme, puesto que empezaban a aparecer los simpáticos a la par que molestos jineteros.
 Apenas puse un pie en La Habana Vieja (centro histórico y turístico), me abordó un señor al que cometí el pequeño pero craso error de preguntarle por la Cadeca (casa de cambio de moneda). Aunque estaba a sólo dos calles insistió en acompañarme mientras me daba consejos para mi estancia en Cuba. Al dejarme en la cola, comprendí tanto derroche de amabilidad cuando me pidió un CUC o un Euro  para "echarse un café". En ese momento no tenía nada suelto, lo cual provocó una situación un tanto incómoda, de la que tomé buena nota para ir con más cautela.
 La fila contó con la ya habitual espera, amenizada por un sujeto que me ofrecía cambiar mis euros con un mejor tipo de cambio. Lagarto, lagarto..No gracias...Si eso, mañana...
 La media hora en la cola mereció la pena. No sólo conseguí CUC, sino también los codiciados Pesos Cubanos que me iban a dar muchísimo juego.
 Mi primera inversión con ellos fue adquirir guarapo (jugo de caña de azúcar) recíen hecho en un humilde local, por la módica cantidad de 1 peso. (1 CUC=25 pesos cubanos). A pesar de su ínfimo precio, el guarapo es una auténtica delicia, que recomiendo probar a todo el mundo que lo tenga a su alcance.
 Con el ánimo renovado por el néctar de los dioses, volví a la casa donde había dormido a recoger la maleta, me despedí de los amables inquilinos y me dirigí a la estación de autobuses para poner rumbo a la Perla del Sur.

 

4 comentarios:

Tyrannosaurus dijo...

Veo que en este caso la aventura comenzó incluso antes de salir de viaje. A lo mejor acudir a las aerolineas de bajo coste para vuelos transoceanicos es un poco rizar el rizo, pero bueno por otra parte esta bien mantener los principios. Esperamos con avidez las nuevas crónicas cubano-peruanas.

Rufus dijo...

Los principios no hay que perderlos nunca, a menos que uno sea Groucho Marx (Estos son mis principios, si no le gustan, tengo otros).
Al final, una línea de bajo coste me llevó sin incidencias ni rotos en el bolsillo.

Unknown dijo...

Me congratula que por una ínfima parte de mis impuestos haya podido ten er la satisfacción de leer tan lucida crónica.

Rufus dijo...

Gracias Luis Carlos. Es lo menos que podía hacer por vosotros después de subvencionarme el viaje en tren.