martes, 13 de septiembre de 2016

LE SEGUÍAN LLAMANDO TRINIDAD

 Mi idea original contemplaba pasar sólo una noche en Trinidad. Pero pronto descubrí que los planes en Cuba tienen grandes probabilidades de sufrir cambios inesperados.
 De buena mañana, me presenté en la estación de autobuses para comprar mi billete. Tras la habitual larga espera, me dijeron que no quedaban plazas libres ni para ese día ni para el siguiente. Inmediatamente surgió un “plan B” (en Cuba siempre lo hay) en forma de un taxi colectivo que me ofreció un avispado individuo al acecho. A pesar de costar un poco más que el autobús (que tampoco era nada barato) todo eran ventajas: mucho más cómodo, aire acondicionado, me llevaba de puerta a puerta... Yo le compré la moto porque no tenía alternativa. Me dijo que a las 9 me recogería en la puerta de la casa donde había dormido.
 Volví, recogí mis cosas y me tumbé en la cama a reposar. A las 9:20 me empecé a inquietar, ya que nadie daba señales de vida. Así que volví a las inmediaciones de la estación. El sujeto andaba por allí buscando incautos a los que llevar. Al verme, me presentó al chófer y me aseguró que a las 10, sin falta, pasaría por la mansión. Eso sí, no sin antes preguntarme si conocía a alguien para completar la expedición. Esto ya me acabó de escamar.
Vista desde la casa esperando al taxi: afortunadamente no era el de la foto
 Sin mucha fe, volví a la casa y seguí en plan reposo, ora echándome cabezadas, ora viendo la destacada actuación de los heroicos deportistas cubanos en los Juegos Olímpicos.
 A mediodía, contacté con mis anfitriones y les comuniqué que, como mínimo, me quedaría una noche más en su más que grata compañía.
 Como en Trinidad nos conocemos todos, no tardó en aparecer por la puerta de la casa una persona que también tenía un taxi y que me podía llevar al día siguiente. Mi patrona lo conocía y respondía por él, así que me quedé más tranquilo, y me planteé cómo aprovechar lo que quedaba del día en Trinidad. Mi afección gastro-intestinal y su consecuente ayuno no me había dejado con muchas energías, así que me lo tomé con tranquilidad y no me planteé ninguna de mis habituales y extenuantes excursiones.
 Ya llegaba la hora de dar señales de vida a mi familia tras unos cuantos días de viaje. El wifi en Cuba es bastante escaso, por lo que lo más socorrido es adquirir unas tarjetas por valor de 2 CUC, con una clave que permite conectarse una hora en ciertos lugares públicos. Esto lugares son fácilmente reconocibles por la gran cantidad de personas por metro cuadrado, dándole candela al móvil, que se congregan en sus inmediaciones.
 Para adquirir la codiciada tarjeta había una considerable cola tostándose bajo el tórrido sol tropical.
Me sumé a la misma para comprobar que, siguiendo la tradición, avanzaba muy lentamente. Como no hay mal que por bien no venga, me dio tiempo a socializar un poco y me hice colega de una simpática alemana. No sé si por mi macilento aspecto, se apiadó de mí y me vendió una tarjeta de las que ya tenía. Por lo visto iba a hacer acopio, e igual le daba comprar 6 que 7.
 Mientras estaba sentado en la plaza mandando mensajes, apareció la suiza que había conocido un par de días antes en el autobús, junto a su hija. Me pusieron los dientes largos contándome que habían estado en Playa Ancón, y que al día siguiente iban a pasear a caballo por los ingenios azucareros. El talento natural que despliego a la hora de viajar da muchas alegrías, pero también me pierdo muchas cosas por el camino.
La plaza Mayor se empezaba a llenar de turistas
 Quedamos para dar un voltio esa noche e intenté retornar al mundo virtual. Pero no hubo forma de volver a conectarme a internet. Parece ser que éramos muchos los que pugnábamos por la señal y mi móvil de antepenúltima generación partía en desventaja con el resto.
 La alternativa en el mundo real no era mala. Recorrí de nuevo las bonitas calles de Trinidad.
 A pesar de su cantidad de atractivos, la localidad no es muy grande, por lo que en un día da de sobra para recorrer sus lugares más interesantes. Pero además del propio casco urbano, en sus alrededores se pueden visitar sitios tan distintos como pintorescos. Amén de la ya citada Playa Ancón, se pueden recorrer a caballo antiguos ingenios azucareros de la época española o bañarse en las cascadas de un frondoso parque natural (Topes de Collantes).
Suculentos manjares tropicales
 Llegó la hora de la cena y, haciendo de la necesidad virtud, le encargué a la patrona una cena ligera a base de frutas tropicales. Suculentos manjares que le sentaron realmente bien a mis maltrechas entrañas.
 Mi incursión nocturna me llevó de nuevo a la plaza Mayor, tan animada y llena de turistas como el día anterior. Entre ellos se encontraban mis amigas helvéticas. Estuvimos un rato saboreando el concurrido y animado ambiente de Trinidad.
 Bailé algunos pasos de salsa con la hija, con lo que ya cumplí con los dos objetivos que cualquier turista que se precie tiene en mente cuando visita Cuba: bañarse en el Caribe y bailar salsa. Todo lo que llegara a partir de entonces, sería un añadido.
Fraternidad hispano-suiza
 Pasé la noche sin novedad en el frente (mejor dicho, en la retaguardia) y pude descansar en condiciones. Falta me iba a hacer, pues mi siguiente desplazamiento iba a ser en un medio tan incómodo como pintoresco.

No hay comentarios: