martes, 6 de septiembre de 2016

CIENFUEGOS

 Las más de tres horas en autobús de La Habana a Cienfuegos se me hicieron muy amenas gracias a la compañera de asiento que me tocó en suerte. Se trataba de una suiza de ascendencia española que andaba en busca de su hija, que llevaba más de un mes viajando por la isla. La helvética no paraba en Cienfuegos, así que nos despedimos, pensando en que quizá nos podríamos encontrar más adelante en nuestro periplo cubano.
 En la estación de autobuses me esperaban algunos infatigables caseros en busca de huésped. De no haber reservado con antelación, no hubiera sido mala idea jugármela y haberme dejado atrapar en sus redes. No sólo porque ofrecían tarifas bastante competitivas, sino porque me llevó un buen rato encontrar mi alojamiento en la ciudad caribeña.
 En mi reserva no aparecía ninguna dirección y la situación de la casa estaba mal situada en el plano de la página web. Con dichas pistas, ni siquiera el afamado Inspector Clouseau hubiera dado con ella.
 Fui dando tumbos, maletón en ristre, preguntando a la gente sin éxito. Hasta que , curiosamente, en la competencia (otra casa de huéspedes) encontré la ayuda definitiva. La clave es que yo les preguntaba por el nombre oficial de la dueña, y ésta era conocida por su diminutivo.
 Ya en la casa, me dijeron que mi habitación estaba ocupada, pero me podrían ofertar otra equivalente, aunque me advirtieron de que no era la de las fotos de la página de internet. Igual me daba, ya que en lo que me había fijado para la reserva era en la dirección (cercanía a la estación de buses). Aunque, por cierto, dadas las discrepancias en la versión digital y la real, tampoco se cumplía del todo.
 Una vez aposentado en mi improvisada, aunque correcta habitación, hice mi primera incursión en la ciudad. Cienfuegos fue fundada por colonos franceses. No sé si por esa razón (aunque pensándolo bien Burdeos también fue creada por franceses y me gusta), por sus distribución de calles en cuadrícula o porque su salida al mar era un quiero y no puedo, no me llamó mucho la atención.
Plaza de Armas presidida por el prócer Martí
 La Plaza de Armas, y un par de bulevares, amén de un malecón, todos ellos con presencia de casas de estilo colonial, tienen cierto interés. Pero creo que una mañana o una tarde pueden servir para apreciar los encantos arquitectónicos del lugar.  Ante lo limitado (para mi gusto) de éstos, tuve que centrarme en los gastronómicos.
 Había encargado que me sirviesen cena en la casa de huéspedes, a pesar de que los 10 CUC parecían un precio un tanto elevado. Pero cuando me empezaron a sacar viandas sin freno, los di por bien empleados. Y en esa casa no solo alimentaron mi estómago. Mi curiosidad fue convenientemente satisfecha en la conversación que tuve con las habitantes de la casa. Nada menos que 3 generaciones de una misma familia vivían bajo el mismo techo, con una cuarta en camino. Cada una de ellas veía la situación del país de distinta forma, aunque todas ellas destacaban por su espíritu de lucha para salir adelante con dignidad.
 Nada mejor que un paseo para digerir tan opíparo ágape. Bajé andando por el malecón, lugar de reunión para la juventud local, especialmente animado al ser sábado noche. Yo, en mi condición de no joven y forastero, me limité a observarlos y seguir mi camino hasta el extremo de la larga avenida, que era el final de la ciudad, limitada por una enorme bahía, a la que a duras penas se le divisaba salida al mar abierto.
Vistas de la bahía
 A la vuelta, paré en un kiosco para echarme un trago y un afable individuo, tras comprobar mi origen español, me comentó que había competido en los Juegos Olímpicos de Barcelona, en el noble arte del boxeo. La verdad que, ni por edad (le echaba 30 años como mucho) ni por complexión (yo le hubiera aguantado más de medio asalto) me encajaba. Pero por si acaso me escabullí disimuladamente, temiendo más el sablazo que el "crochet".
 A la mañana siguiente, pude encontrarme con unas calles bastante animadas. A los turistas despistados como yo, se le sumaba una numerosa parroquia local que acudía a pasear o a escuchar algunas orquestas callejeras, pudiendo elegir entre repertorio clásico o bailes caribeños.
Cuba y la música: matrimonio inseparable
 Habiendo descartado desayunar en la casa de huéspedes me dejé llevar por los cantos de sirena de las delicias callejeras que me ofrecía la ciudad en moneda local. Por momentos me sentí como un nuevo rico que, de repente se encuentra con dinero fresco en el bolsillo con el que comprar productos que nunca han estado a su alcance. Así, empecé con un inédito y delicioso jugo de tamarindo, al que siguió un suculento helado en la cadena Coppelia, una humilde pero contundente pizza a la que acompañé con un delicioso zumo de manzana, un vaso del suculento guarapo, para acabar con un tentador aunque no exento de peligro batido de mango con hielo picado. A mitad de éste se me encendió la luz de alarma. Hielo en un local semicallejero de Cuba...Si me hubiera visto la profesora de Higiene de los Alimentos, me suspende con efectos retroactivos (menuda era ella). Así que lo dejé a mitad, y me volví a casa a recoger la maleta y despedirme de Cienfuegos en busca de mi siguiente destino.
Yo tampoco renuncio a los míos: helado en Coppelia a 2 pesos
 Como he dejado entrever durante mi entrada, la ciudad me pareció correcta sin más en lo arquitectónico. Pero en la vertiente niunclavelista, superaba todo lo que había visto hasta la fecha.



4 comentarios:

Unknown dijo...

Cuidado con el hielo y las bebidas locales Alfonso! Solo nos ha pasado una vez en 12 meses de viaje, pero en cuanto bajas la guardia, zasca! Un placer leerte. Hasta la proxima :)

Rufus dijo...

En mi caso es más grave, que he estudiado todos esos bichos y sus efectos. Pero el ansia de probarlo todo se me apoderaba. Espero que acabéis bien el súper viaje. Un abrazo para ti y para Paula.

Tyrannosaurus dijo...

Tomo nota de Cuba y sus precios competitivos. Como todo "paraíso" comunista supongo que asequible para el turista aunque veremos lo que dura ahora que están en pleno proceso de apertura. Curioso también que Cienfuegos fuera fundada por franceses yo pensaba que toda Cuba era de origen hispano.

Rufus dijo...

Que no te confunda mi crónica. Cuba es un país más bien caro para el turista, que normalmente paga en CUC. Para conseguir los precios bajos, hay que pagar en moneda nacional. Y ello suele ser posible en negocios destinados a gente local (en general mucho más humildes que los destinados a turistas).
Respecto a Cienfuegos, fue fundada por colonos franceses procedentes de Nueva Órleans, pero lo hicieron en nombre del rey de España. Es decir, fue una ciudad española, aunque los que la fundaron fueron franceses.