La ciudad está atravesada por el río Dniéper y cuenta con numerosas colinas y zonas verdes. Esto hace que pasear por ella sea una auténtica delicia.
Iglesia ortodoxa de San Andrés |
Tras un buen escaneo sin rumbo fijo, decidí que era hora de centrar el tiro. Nunca mejor dicho, porque me dirigí al Museo de la Gran Guerra Patriótica.
Se trata de un memorial con gigantescas estatuas al aire libre conmemorativas de la Segunda Guerra Mundial. Entre ellas destaca el monumento de la Madre Patria, una especie de Cristo de Corcovado pero de estilo soviético y más belicoso que el brasileño.
Estatuas enormes (compárense con las personas en la parte inferior izquierda) |
Debajo de él, y excavado en la colina, pude visitar un museo del evento. Menos vistoso que el memorial exterior, pero más interesante desde el punto de vista histórico.
Me bastó un paseo de unos 15 minutos para retroceder casi 1000 años en el tiempo y toparme con el Monasterio de las Cuevas de Kiev. Se trata de un recinto que cuenta con numerosos templos, iglesias y museos. Es como una pequeña ciudad dentro de la ciudad. Para ver bien todo este conjunto monumental y artístico, calculo que harían falta un par de días. Pero como yo no los tenía, me conformé con dos horas.
Entrada al Monasterio de las Cuevas |
Más agradable fue visitar el interior de algunas iglesias, ricamente decoradas con mosaicos y joyas.
A diferencia de lo que me había pasado la noche anterior, este día no paré de encontrarme franquicias de los restaurantes Puzata Hata.
El funcionamiento es parecido al de una cantina escolar. Se toma una bandeja y se recorre un gigantesco mostrador eligiendo los platos, que son servidos por unas empleadas. La variedad es enorme, los precios muy ajustados y la calidad muy buena.
Si a eso sumamos que se trataba de cocina local y de que era mucho menos cantoso ir solo que en un restaurante convencional, no es de extrañar que el Puzata Hata fuera mi local de referencia en este viaje a la hora de llenar la panza.
Durante las dos horas que duró el recorrido pudimos comprobar que Kiev es mucho más que la arquitectura comunista que esperaba. Son incontables los edificios reseñables con estilos que van desde el modernismo, al art nouveau o el neoclasicismo. Las historias que nos contaba la guía fueron el complemento perfecto a un tour de gran calidad, que fue convenientemente recompensado.
Variedad de estilos |
Esa mañana, desde un mirador sobre el río Dniéper, había visto unas playas fluviales que tenían muy buena pinta. Después del tour, le eché un vistazo al plano del metro, observé que había una estación (Hydropark) situada en una isla en el río y allá que fui.
Me encontré con un complejo de ocio que, aparte de unas playas bastante competentes, contaba con pistas deportivas, bares, restaurantes... Sin duda un buen lugar para desconectar y relajarse.
Aquí si hay playa |
Me senté en la arena, mientras el sol se escondía por el horizonte. La pesadilla de Járkov me parecía algo muy lejano.
Sin embargo, al día siguiente iba a visitar un lugar con reminiscencias infinítamente más trágicas.
2 comentarios:
Me alegro que el viaje remontará después de un mal inicio, echando por tierra el típico tópico de que lo que mal empieza... La ciudad de Kiev parece sumamente interesante, cultural y arquitectónicamente hablando.
Saludos en cuarentena.
Bueno, había dejado el listón muy bajo. La cosa ya solo podía remontar.
Sin duda Kiev es un destino muy interesante desde muchos puntos de vista.
Saludos. Ya queda menos
Publicar un comentario