lunes, 16 de marzo de 2020

UN VIAJE DE PLACER POCO PLACENTERO

 Siguiendo la estela de algunos artistas que están haciendo  actuaciones on-line para sus seguidores recluidos en sus casas, he decidido crear unas entradas para entretener a mis selectos lectores. Así podrán descansar, aunque sea por unos minutos, de los memes y comunicados de dudosa procedencia que saturan nuestros teléfonos y ordenadores, a cuenta del Coronavirus.
 Como el último viaje que he realizado hasta el momento es el que me hizo recorrer las Islas Filipinas, voy a tirar de archivo para relatar uno que hice hace un tiempo y me había dejado en el tintero. No voy a ser tan ladino como una cadena televisiva, que ayer mostraba los encantos de Cartagena de Indias, con sus paradisíacas playas, su destacable patrimonio arquitectónico e histórico y sus encantadoras mujeres, a espectadores que no pueden salir ni a la esquina. Este viaje fue el número uno de los que podría catalogar como "¿Dónde me he metido?". Cuenta con playas, patrimonio y mujeres, pero mayormente en poco se parecen a sus homólogos colombianos antes referidos. Después de leer el relato, quizá agradezcan permanecer en la seguridad de sus casas.
 Aprovechando el cierre de la empresa donde trabajaba, con motivo de las fiestas patronales, tenía 6 días de fiesta que, como suele ser habitual, no iba a aprovechar para descansar.
 En esa época, y sirviendo de precedente, además de antecedente, estaba soltero. Haciendo caso a Jesucristo y su mítica frase "No es bueno que el hombre esté solo", me apunté a una página de pototeo donde no sé cómo, acabé contactando con una camerunesa que vivía en Ucrania. Desde tiempos del Mundial de fútbol '82, donde brillaron sus jugadores Roger Milla y Tommy N´Kono, Camerún era un país que me caía simpático. Otros detalles menores como que la chica midiese 1,80 m y fuera bien parecida, también contribuyeron a despertar mi interés.
 Ya sé lo que están pensado. Pero yo ya peino canas y tengo un historial. No sería la primera vez que la persona real y la virtual son pura coincidencia o que me ponen un "lapin"(expresión francesa usada cuando la cita no hace acto de presencia). Pero como ya he sugerido en una entrada anterior, Huesca es una ciudad un poco áspera para un soltero y se echa de menos algo de emoción a la vida. 
 Eso no quita para que no las tuviera todas conmigo, y más viendo algún detalle que me chirriaba un poco en el proceder de la dama en cuestión. Por ello planteé dos escenarios de viaje. El optimista, que confirmaba la buena salud de las relaciones hispano-camerunesas y el realista, en el que me vería obligado a sobrevivir como pudiera, y con el corazón destrozado, en las indómitas e interminables llanuras ucranianas.
 Conforme se acercaba la fecha del vuelo, mis dudas se incrementaban ante el comportamiento un tanto voluble de la camerunense.  No ayudaban mucho las recomendaciones del Ministerios de Exteriores que avisaba de conflictos armados con la vecina Rusia en ciertas partes del país.
 Ya había pagado el billete y no había posibilidad de cancelación. Era rajarme y perder la inversión o lanzarme a la piscina. Decidí la segunda opción, no sin tomar ciertas precauciones. Mis temores iban desde que simplemente mi amiga no hiciera acto de presencia hasta acabar secuestrado por una banda que podía ser, según mi grado de paranoia del momento, camerunense o ucraniana. Pero solo se vive una vez, y si puede ser, que sea muriendo a lo grande. Así que seguí adelante con los faroles. Por si acaso, envié un correo a la embajada española avisando de mi visita y contándoles mi plan de viaje. Siempre queda muy bien en el telediario, y da una imagen de seriedad, eso de que el turista español desaparecido había previamente avisado a sus representantes consulares.
  Para rematar mis temores, el día de mi vuelo, Julie me pidió una foto mía para ver la ropa que llevaba y otra del billete. Esto olía a emboscada, pero la suerte estaba echada. Así que para salir del paso y evitar que olieran mi miedo le envié una foto en la que apenas se veía mi cara. No había que ponérselo tan fácil.
Aeropuerto de Minsk

 Partí desde Barcelona para hacer escala en Minsk. En el aeropuerto de la capital bielorrusa me encontré con los primeros carteles con caracteres cirílicos, además de un diseño retro-futurista bastante curioso.
 Mi destino no era otro que Jarkov, ciudad de más de un millón de habitantes, situada en el el noreste de Ucrania, no lejos de la frontera con Rusia. Conforme se acercaba el momento del aterrizaje, aumentaba mi preocupación.
 Nada más poner pie en la terminal de llegadas, casi me da un vuelco al corazón al ver que estaba esperando un fornido individuo de raza negra. Seguí andando con paso firme y comprobé con alivio como ignoró mi presencia. Había salvado el peor de los escenarios posibles. Por ello, no me importó demasiado que no hubiera ni rastro de Julie en el aeropuerto.
 Mientras dejaba que la frecuencia de mis latidos volviera a la normalidad, se me acercó un individuo ofreciéndome servicio de taxi. A esas horas no había transporte público y el sujeto, además de hablar un buen inglés, parecía bastante agradable. En esos momentos inciertos necesitaba un aliado, así que tras un breve regateo, acepté sus servicios.
 El taxista me permitió utilizar el wifi de su vehículo, lo que aproveché para enviar un mensaje a mi "anfitriona".
 Mis teorías conspiranoicas no se habían cumplido. Simplemente se había equivocado y pensaba que mi vuelo llegaba una hora más tarde. Estaba en otro taxi camino del aeropuerto.
 Le dije que se dirigiera directamente a mi hotel para vernos allí.
 Aprovechando los precios extremadamente competitivos del país, había reservado un hotel de cuatro estrellas, lujo que jamás me había permitido, y dudo que vuelva a permitirme.
 Esperé un rato en la recepción y, al rato, por fin apareció Julie. Lo primero que me llamó la atención fue darme cuenta que las fotos que me había mandado habían tenido su buena ración de filtros. No tardaría en darme cuenta de que eso iba a ser el menor de mis problemas.
 Y por mucho que su piel fuese menos homogénea y sus rasgos menos armónicos de lo esperado, seguía siendo una negra de 1,80 m, y yo no había sufrido ningún asalto, por lo que mi moral se mantuvo incólume por el momento.
 Estuvimos hablando unos 5 minutos y Julie me dijo que se tenía que ir, ya que vivía muy lejos y al día siguiente tenía que madrugar. En otras circunstancias esto hubiera supuesto una decepción. Pero yo estaba muy cansado después de las emociones vividas y para una vez que dormía en un cuatro estrellas, quería aprovecharlo. Así que casi agradecí su espantada.
 Ya tendría tiempo al día siguiente para comprobar qué podían ofrecerme tanto la ciudad como mi compañera camerunesa.
Vistas desde mi habitación

2 comentarios:

Tyrannosaurus dijo...

Hola! Se agradece la actualización de tu blog para llevar mejor la pesada y necesaria cuarentena. Supongo que si nuestros políticos hubieran hecho en su día los deberes no estaríamos así, pero en fin, supongo que esta es una cuestión que mejor dejar para tratar en profundidad en otra ocasión. Volviendo a tu blog, no me considero racista pero no voy a negar que tengo cierto recelo a interactuar con las personas de color. Seguro que como todo, estoy convencido de que hay maravillosas personas, multitud de ellas seguro, pero mi experiencia laboral en tierra gaelicas, trabajando con ellos, tuve ocasión de comprobar como frecuentemente su comportamiento era brusco, incluso diría que agresivo en ocasiones, al menos de forma verbal. También sería injusto no reconocer que como todo, ya he indicado antes, en otros, pude observar unos modales y una corrección intachables. Quizás sea también por mi carácter tranquilo y sosegado, el que una primera impresión brusca al principio lleve a causar cierta intranquilidad.

Saludos en cuarentena, te invito a escribir una entrada en forma de ensayo que analice la insólita situación que vivimos estos días, que supongo que muchos de nosotros no esperábamos vivir en nuestra vida.

Rufus dijo...

Es lo menos que puedo hacer por mis lectores que me han apoyado en tiempos de bonanza. Respecto a las personas de raza negra, para mí es lo mismo que si dijéramos.."es que los blancos son...". Hay una gran variabilidad de comportamiento en un grupo tan grande. He conocido personas maravillosas de esa raza y otras para darlas de comer aparte. Creo que más que la raza influye más el ambiente y la cultura donde han crecido.
De momento seguiré narrando mi periplo por tierras ucranianas, pero tomo nota de tu sugerencia, que bien pudiera llevarse a cabo cuando llevemos un tiempo en este estado de alarma y podamos ver a dónde nos conduce.