viernes, 27 de marzo de 2020

CHERNÓBIL:DEL TURISMO NOMINAL AL TURISMO NUCLEAR

 Madrugada del 26 de abril de 1986. La Central Nuclear Vladimir Ilich Lenin, situada al norte de Ucrania, cerca del límite con Bielorrusia, está haciendo una prueba rutinaria. Debido a una serie de fallos humanos y de diseño, la temperatura del núcleo del reactor 4 se dispara sin control, produciendo una gran explosión.
 Las consecuencias del accidente son de sobra conocidas. Aparte de los trabajadores y bomberos muertos inmediatamente, una nube radiactiva invisible sobrevoló el este de Europa. Esta radiación afectó especialmente a una zona con un radio de 30 kilómetros alrededor de la central. La llamada Zona de Exclusión.
 A nadie con dos dedos de frente se le ocurriría meterse allí. Yo debo tener uno y medio, porque apenas vi un folleto al respecto en mi albergue de Kiev, la idea me empezó a rondar por la cabeza y acabé por contratar la excursión.
 La verdad es que no era barata, ni mucho menos, pero Ucrania pilla bastante a desmano de Huesca, y no era algo que se pudiera dejar para otra ocasión.
 Previo madrugón mediante, me presenté en la Estación Central de Kiev donde nos esperaba una furgoneta. Partimos rumbo norte, y apenas habíamos dejado atrás los arrabales de la ciudad, nos detuvimos en un área de servicio para desayunar. Mientras estaba curioseando el auto-servicio, un individuo de la expedición se dirigió a mí. En un acto reflejo, le respondí que no hablaba ucraniano. Pero insistió y me di cuenta de que me estaba hablando en español. Se trataba de Fernando, un argentino muy simpático que había deducido mi condición de hispanohablante al leer la leyenda de mi camiseta.
 Para amenizar el trayecto, en la furgoneta se nos proyectó un reportaje sobre el accidente de la central. A mí me recordó a la película "Aterriza como puedas". En una escena, les ponen a los sufridos pasajeros una película de desastres aéreos.
 El documental no elevó precisamente la moral de la expedición, pero no se puede negar que nos pusiera en situación.
 Por aquello de seguir con el canguelo, al rato nos tuvimos que detener para pasar un control militar. Nos internábamos en un área restringida a la que no se podía acceder libremente. Tampoco es que apetezca mucho hacerlo alegremente.
 A primera vista, el paisaje que nos encontramos no parecía muy distinto a cualquier otro. Hasta que la furgoneta se detuvo junto a un bosque. Nos internamos un poco en el mismo y nos encontramos con un conjunto de casas en estado calamitoso. Se trataba de un pueblo abandonado.
 En los primeros momentos, el gobierno soviético intentó ocultar el suceso y no tomó medidas en la zona. Pero en cuanto se dieron cuenta de la dimensión del problema, se ordenó la evacuación de forma inminente. 
 Los residentes tuvieron que salir con lo puesto, y no pudieron volver a recuperar sus enseres. Así, dentro de las casas se podían ver juguetes, libros, periódicos y otros objetos. Si no fuera por el evidente deterioro sufrido, se podría decir que en estos lugares se había parado el tiempo. 
Creo que este año no pasa la ITV
 Al reservar la excursión se podía alquilar un detector de radiación. Yo preferí no hacerlo. Ojos que no ven, bolsillo que no lo siente. Pero era curioso ver cómo la radiación se acumulaba en algunos sitios más que en otros. Especialmente en el suelo. De todas formas, se nos aclaró que la visita no suponía ningún riesgo para la salud. Al ver la buena cara que lucía nuestra guía, que recorre la zona todos los días, me quedé más tranquilo.
 Proseguimos nuestra ruta y tuvimos que pasar otro control militar. Estábamos entrando en la zona cero.
 Al poco rato, nos desviamos de la ruta para tomar una carretera secundaria. Nos esperaba algo totalmente inesperado y sorprendente. Se trataba del Duga-3 o "Pájaro Carpintero Ruso", un gigantesco radar usado como detector de misiles intercontinentales en los tiempos de la Guerra Fría. Su sobrenombre se explica porque esta monumental estructura generaba una señal de radio en onda corta, que recordaba al monótono canto de la popular ave al picotear un árbol.
¡¡Detectado peligro nuclear venido de Occidente!!
 Se nos explicó que tanto la existencia como la ubicación de este radar era un secreto de estado en tiempos de la U.R.S.S.
 Hoy en día sobrecoge. No solo por sus colosales dimensiones, sino por la historia que tiene detrás.
 Y tras estos contundentes preliminares, llegamos por fin a las inmediaciones de la central nuclear. Por sorprendente que parezca, después de la catástrofe los reactores que quedaron "sanos" siguieron en funcionamiento, ya que entonces no había otro modo de cubrir la demanda energética de la región.
 Hoy en día, la central está inactiva, aunque se realizan labores de mantenimiento. El reactor ha sido cubierto por un inmenso sarcófago que evita que pueda emitir radiación a la atmósfera. Así que podíamos estar tranquilos mientras nos hacíamos "selfies" a escasa distancia del mismo.
Reactor 4 contundentemente sellado
 Por si no nos hubiéramos arriesgado lo suficiente acercándonos peligrosamente a la central, nos llevaron a comer a su cantina. Se nos avisó de que nuestro menú era similar al que en su día disponían los empleados.
 Si observamos los fríos datos, sólo 31 trabajadores de la central murieron directamente en el accidente, a pesar de lo espectacular del mismo. Si se me permite la licencia, no exenta de malicia, una persona acostumbrada a una dieta basada en lo que nos dieron para comer ese día, podría sobrevivir a casi cualquier cosa.
Alta cocina soviética

 En este caso, y más teniendo en cuenta que tengo un estómago a prueba de bombas, no valoré el menú por su discutible calidad gastronómica. Fue una experiencia muy interesante poder comer en ese lugar tan humilde y proletario menú. Y el placer culinario fue sustituido por las risas que me eché con mi compañero argentino y un fichaje de relumbrón que se nos unió en el ágape. Nada menos que Monique, una cantante profesional estadounidense todo simpatía. Su bonhomía y carisma no solo amenizaron nuestra excursión, sino que disolvieron de un plumazo las reservas que me habían surgido durante esos días respecto a las personas melanodermas, a cuenta de mi lamentable experiencia con la camerunesa Julie.
Tras estos momentos de distensión, tocaba ponerse serios, ya que nos dirigimos a Prípiat. Esta ciudad se construyó ex-profeso para acoger a los empleados de la central y sus familias. Debido a que estaba sólo a 3 kilómetros del reactor, la carga radioactiva que recibió fue inmensa, y debió ser desalojada. Hoy en día es una ciudad fantasma, totalmente inhabitable para el ser humano.
 Resulta sobrecogedor pasear por sus avenidas y ver cómo la vegetación ha empezado a poblar la calzada y las aceras. Los edificios, en su mayoría colmenones estilo socialista, están bastante deteriorados debido a la falta de mantenimiento. Algunos, incluso se han derrumbado parcialmente.

Desolador

 Quizá lo que más impresiona es una zona de atracciones en estado tan decrépito como el resto de la ciudad. Esa noria y esos autos de choque oxidados son el siniestro símbolo de cómo ha acabado lo que fue una ciudad pujante en su día, llena de vida y con una edad media muy joven. Debido a su alto índice de natalidad y su diseño vanguardista fue llamada "La Ciudad del Futuro". Desgraciadamente se convirtió en una ciudad sin futuro y con un amargo pasado.
 Ya de vuelta, nos encontramos con la otra cara de la moneda. Pudimos ver algunos animales salvajes, que desde que se confinó la zona para los humanos, han proliferado sin su competidor natural.
 Antes de abandonar la zona de exclusión, nuestra furgoneta se detuvo en la localidad de Chernóbil, capital de la región a la que da nombre, y por la que se conoce a la central nuclear. Al igual que el resto del área, tuvo que ser desalojada tras la catástrofe. Sin embargo, hoy en día viven en ella trabajadores relacionados con la central. E incluso permite alojarse a turistas que reserven tours de varios días por la zona.
 A las afueras de la ciudad, pudimos visitar un memorial dedicado a los "liquidadores". Con ese nombre se conoce a las personas (unas 600.000) que se dedicaron a limpiar la central y la zona de exclusión para minimizar su carga radioactiva. A riesgo de su vida y de su salud, ya que algunos de ellos murieron rápidamente y otros muchos sufrieron en sus cuerpos las altas radiaciones en forma de graves enfermedades.
Loor a los héroes
 Tanto la labor de estos valientes como la historia del accidente están magistralmente reflejados en la serie televisiva "Chernobyl", que recomiendo encarecidamente. Afortunadamente, su emisión fue posterior a mi visita. Parece ser que la publicidad que dio la serie al evento multiplicó el interés por visitar la zona. Y francamente, puestos a visitar un lugar desolado, que sea con poca gente.

 Y con este sentido homenaje concluyó nuestra excursión. No se puede decir que fuese divertida, pero sí intensa y tremendamente interesante.
 Al llegar a Kiev, hice mi última visita a mi querido restaurante Puzata Hata, acompañado de Fernando, mi compañero de excursión argentino. Gran tipo al que espero poder visitar algún día en Tailandia, que es donde reside.
 Esa misma noche debía tomar el vuelo de vuelta. A pesar de mis esfuerzos, me fue imposible encontrar transporte público para ir al aeropuerto. Miedo me daba tomar un taxi, y más tras mi amarga experiencia en Járkov. Pero gracias al poder de Uber (que utilicé por primera vez en mi vida) conseguí hacer el trayecto sin sustos para mi corazón y mi bolsillo.
 El vuelo de vuelta fue mucho más plácido que el de ida. No en vano, mis temores y decepciones iniciales acabaron convirtiéndose en gratas experiencias, que me han dejado un buen recuerdo de mi paso por Ucrania.

2 comentarios:

Tyrannosaurus dijo...

Coincido contigo, opino que la miniserie de HBO sobre Chernobyl es excelente, y además con buen criterio la emitieron después y no antes de tu visita a la zona de exclusión. A veces el destino nos ofrece similitudes macabras, supongo que la zona de exclusión guarda similitudes con la imagen que ofrecen hoy en día muchas grandes ciudades, salvando las distancias por el lógico deterioro por el paso del tiempo que se da en Ucrania. Y en ambos casos, el causante es un enemigo invisible e indetectable para los humanos.

Rufus dijo...

La verdad es que los de HBO tuvieron todo un detalle conmigo reteniendo su estreno :)
Sí, la verdad es que las situaciones del accidente de Chernóbil y el Coronavirus guardan bastantes paralelismos.Un enemigo invisible produce mucha más incertidumbre. En todo caso, espero que el efecto del virus sea menos duradero que el de la radiación.