En un intento de restablecer la imagen que me había hecho de Koh Samui la jornada anterior, había reservado un tour en furgoneta que prometía enseñarnos en una mañana los lugares imprescindibles de la ínsula.
Antes de partir, quise probar la playa que estaba junto al albergue. Presentaba un intenso oleaje, y una mujer que paseaba por allí me recomendó no meterme al agua. Le hice caso a medias, porque me di un baño, pero lo hice en zonas someras, extremando la precaución y por muy poco tiempo.
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Playa de Chaweng. Cuidadín con ella... |
El primer hito del día fue el templo Wat Plai Laem, con influencias chinas y en el que destacaban dos enormes estatuas, una dedicada a la diosa Guan Yin, que cuenta nada menos con 18 brazos, y la otra a un Buda despreocupado y feliz a pesar de su evidente sobrepeso.
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Será por brazos... |
Y si el primer Buda era obeso, el segundo al que fuimos a visitar, era enorme. Nada menos que 12 metros de altura gastaba el angelito. Y por si no se le viera poco, estaba en lo alto de una colina a la que se podía acceder por unas escaleras. Turistada total, con decenas de tiendas de recuerdos, pero buenas vistas sobre la bahía.
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Peazo Buda |
Tras estas dos visitas sagradas, la siguiente iba a ser profana y si me apuran hasta obscena. Se trataba de unas rocas en una playa que recuerdan a un símbolo fálico. Hace unos años, me hubiera hecho gracia.
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Riéndome por lo bajini🤭 |
Un poco más serio fue el siguiente hito: un templo chino dedicado a Guan Yu, un general del año de la polca al que habían dedicado una estatua de amenazador aspecto, tanto por su tamaño (no le iba a la zaga al del Buda ya visitado), como por su expresión de furia, aumentada por el color rojo de su piel. El templo en sí era curioso, de un estilo distinto a los habituales en Tailandia.
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Acojona... |
La parte más "friki" del tour fue la visita a un templo que exponía un cadáver. Se trataba de un monje que se pasaba largos periodos meditando. En uno de ellos, que fue muy prolongado, cascó el buen hombre. Y su cuerpo quedó entre dos aguas. "Ni pa ti, ni pa mí". Y así ha permanecido, en un estado momificado pero no se acaba de descomponer. Tanto buscar la iluminación para acabar siendo expuesto como un mono de feria. ¿Estará descansando en paz?
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Por suerte, el reflejo no deja ver lo que hay dentro de la vitrina |
Como colofón a nuestro periplo, visitamos un cascada bastante aparente, aunque no apta para el baño. Junto al aparcamiento había unos cuantos elefantes a los que se podía dar de comer y hacer pequeños recorridos montado en ellos. Daba un poco de pena verlos allí encerrados. De hecho, es una práctica en entredicho, y en muchos lugares del país se ofrece una experiencia con este tipo de animales en los que están mucho más libres.
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Pobrecico...😢 |
Había sido entretenido y variado, pero el tour tampoco me había emocionado mucho. Se enseñaban las típicas cosas para turistas, casi ninguna con mucha solera y autenticidad. Pero en mi caso, sin tiempo y sin transporte propio, fue una buena opción para hacerme una idea de la isla de Koh Samui. Por lo que pude ver, es un lugar tranquilo, para gente pudiente. Me gusta lo primero, pero no cumplo con lo segundo, así que tocaba seguir explorando para encontrar mi lugar ideal.
Aún tenía un poco de tiempo antes de embarcar a mi siguiente destino, por lo que acudí al mismo restaurante del día anterior. Decidí darle otra oportunidad a la ensalada de papaya. Esta vez se apiadaron de mí, por lo que apenas tenía picante y la pude degustar sin problemas.
A primera hora de la tarde, una furgoneta me recogió y tras dar unas vueltas por la ciudad haciendo lo propio con otros viajeros, nos llevó a un pequeño muelle. Era un lugar con cierto encanto y muy apacible. Nada que ver con el caótico y bullicioso lugar donde había puesto el pie en la isla el día anterior.
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Tras una relajada espera, nos embarcamos en un pequeño ferry que, en poco más de una hora, nos dejó en otro muelle bastante minimalista. Estábamos en la isla de Koh Pha Ngan, en su parte sureste. Se trata de la zona de Haad Rin. No sé si este nombre les dirá algo a ustedes. Pero si les menciono las Fiestas de Luna Llena o "Full Moon Party", quizá empiece a sugerirles algo. En una playa de la zona se celebran estos populares festejos en los que la gente se pasa toda la noche bebiendo y bailando.
Según la astronomía, solo hay una luna llena cada 28 días. Pero esto les debió parecer poco a los hosteleros de la zona, que posteriormente lanzaron la "Half Moon Party" (Fiesta de la Media Luna). No contentos con ello, hacen la fiesta del día anterior y posterior a ambas fechas. Y cuando llegué yo, que no coincidía con ninguna efeméride mencionada, se promocionaba la "Fiesta del Faro". En resumen, se trata de un destino de turistas fiesteros. Yo ya había tenido bastante con Chaweng Beach. Pero como no había encontrado otro ferry a Koh Pha Ngan, me tuve que tragar este también.
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Hostel de enjundia |
A pesar de que el hostel que me había tocado en suerte no tenía mala pinta, incluyendo piscina, mi objetivo era salir de allí lo antes posible. Pregunté en la recepción por un transporte a la capital para la mañana siguiente. Me dijeron que a las 12 pasaba una furgoneta por la calle comercial y que "quizá tendría sitio". Los quizás no me valían, así que recorrí el pueblo hasta que en una agencia contraté el transporte para el día siguiente, esta vez sin ningún género de dudas. Ya podía explorar la zona con calma.
Mi objetivo era visitar la playa donde hacen las fiestas lunares. Con mi proverbial sentido de la orientación, acabé en una playa privada de la que pude salir, no sin cierto azoramiento. A la segunda fue la vencida y pude llegar a la enorme playa. Un gran número de garitos cerrados o medio vacíos daban una idea de lo que se puede montar aquí en las fechas (cada vez más) señaladas. A falta de una fiesta de luna entera, media, o cuarto y mitad, y sin mucho que hacer por la zona, me retiré a dormir. El ambiente del hostel, formado sobre todo por mochileros fiesteros, no me daba mucho pie a la socialización.
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Celebrando los 2/7 de luna |
A la mañana siguiente fui a ver la misma playa de día. Su aspecto, un tanto descuidado, y la marea alta, empeoraron la impresión de la noche anterior. Pero había otra razón para volver a ese lugar. La página de pototeo había dado sus frutos e iba a conocer a una chica que vivía junto a la playa. No duró mucho la cita, ya que la chica tenía cosas que hacer esa mañana. Tampoco se puede decir que hubiera mucha química (su inglés era casi tan pobre como mi tailandés). Pero en todo momento reinó la cordialidad. Nunca está de más. Uno nunca sabe cuándo se puede volver a cruzar una persona en el camino.
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Resaca tras la fiesta |
Aproveché el resto de la mañana para explorar el área y no quise abandonar el pueblo sin intentar restablecer la mala experiencia que había tenido con el masaje de Chaweng Beach. Esta vez me aseguré de que el atractivo de las empleadas se mantuviera dentro de lo razonable y contraté un masaje de media hora que cubría la zona de la cabeza. Había escuchado que esta modalidad es altamente relajante. Y así fue. En una persona cuya mente no para quieta un momento, con la tensión que ello genera, nada hay más agradable que notar como esas tensiones a las que está sometida su cabeza se van disolviendo. Y más si no hay que estar pendiente de sortear intentos de ofrecer servicios extra. Muy recomendable.
Salí tan "empanado" del local, que fui confiado a una agencia para tomar el transporte. Ante la sorpresa de la empleada, me di cuenta de que la agencia donde había contratado el viaje estaba a 100 metros y esta era otra, muy parecida, eso sí. La proverbial amabilidad tailandesa hizo que este despiste se quedara en una simpática anécdota. Ya en el lugar correcto solo tuve que esperar un ratito y partir en busca de aventuras en otro lugar de la isla. Este no me había cubicado, a pesar de que, como ha quedado claro, acostumbro a estar en la Luna.
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