miércoles, 9 de noviembre de 2011

Hasta las trancas



Desde que vivo en Inglaterra, cuando asoma el sol no puedo quedarme en casa. Así que aprovechando que hacía un día bastante bueno, planeamos un viaje en barquito. Se trata de un ferry que une el sur de Manhattan con Staten Island, que es uno de los cinco distritos de Nueva York. En principio Staten Island no me decía nada en concreto. Pero me había propuesto visitar los 5 barrios neoyorquinos y además el trayecto nos ofrecía una vista privilegiada sobre la Estatua de la Libertad y el "skyline" de Manhattan y Nueva Jersey. Y todo ello al módico precio de 0 dólares. ¿Quién da más por menos?
Nada más llegar preguntamos a una lugareña cuáles eran los hitos más interesantes del lugar. Con abrumadira sinceridad nos dijo: "Si queréis ver cosas interesantes, id a Manhattan." Realmente no era un lugar muy turístico. Eso sí, se respiraba una tranquilidad que hacía difícil creer que siguiéramos estando en Nueva York. Nos llamaron la atención algunas mansiones un tanto descuidadas en las que perfectamente se podría haber rodado una película de terror. Ya de vuelta tiramos al norte y nos topamos con el campamento de indignados versión neoyorquina. En este caso algo más materialista, ya que muchos de los acampados aprovechaban para sacar tajada económica del asunto. Seguimos subiendo hasta llegar a un parquecillo repleto de ancianos con ojos rasgados jugando a juegos de mesa. Habíamos entrado en Chinatown. En el barrio abundaban comercios de ultramarinos surtidos con los más extraños manjares. Casi mejor no entender el chino porque si algunos de ellos no eran gusanos poco les faltaba. Otra cosa fue cuando llegamos a Little Italy, lleno de restaurantes con mejor aspecto. No pude evitar imaginarme el barrio a principios del siglo XX, lleno de emigrantes italianos y me vinieron a la cabeza las imágenes de "El Padrino II".
Este paseo por tan diversos lugares nos había abierto el apetito. Pero yo resistí la tentación y no probé bocado hasta por la noche. El motivo es que habíamos planeado una cena en un buffet libre de comida y bebida. Se trataba de un restaurante australiano que prometía "all you can eat and drink" por 20 dólares. Y allí que fuimos. Nos recibió un camarero australiano que había vivido en Sevilla, lo cual facilitó la comunicación. Nos explicó las reglas. Teníamos dos horas para comer lo que quisiéramos dentro del menú, pero sólo podíamos pedir un plato a la vez. También podíamos pedir las pintas que quisiéramos. Decidimos pedir platos distintos y compartirlos para probar todo. Los entrantes eran: dos tipos de ensalada, muslitos de pollo en salsa picante y calamares fritos (buenísimos). Los platos eran servidos por el camarero y venían muy bien presentados. No era lo de coger el plato y llenárselo una y otra vez. Astutamente, tardaban un rato cada vez que pedías un plato nuevo. Aún así no nos quedamos precisamente con hambre.
Devorados los entrantes pasamos al plato principal, que, basicamente eran hamburguesas de varios tipos: vegetal, de pollo, normal, de gambas, un sandwich de ternera y una hamburguesa típica de Australia que llevaba huevo,lechuga, remolacha, tomate..y no sé cuántas cosas más para formar una auténtica torre. Todas las hamburguesas venían con sus correspondientes patatas fritas. Nos pedimos dos cada uno y poco nos faltó para reventar. Y ese poco lo pusieron los postres, que ya no apetecían (ni cabían), pero había que probarlos. Uno consitía en unos pastelillos con nata y el otro una mezcla de kiwi con nata. Para pasar todo eso a mi estómago tuve que ayudarme de 3 pintas de sidra. Evidentemente salimos de allí con dos agujeros menos en el cinturón. Para que luego digan que no se come bien en EEUU. Asi no podíamos volver a casa, así que dimos un voltio por la zona hasta acabar en un bareto con una clientela un tanto peculiar. Más de la mitad iban tatuados. No era el ambiente más propicio para el pototeo, así que decidimos volver tras bebernos una cerveza, que deduzco que se debió alojar en el esófago de momento. En la estación de metro me dediqué a intentar fotografiar una rata que circulaba por el andén. Eso nos dio pie a entablar conversación con directora de cine californiana de origen brasileño. El pototeo neoyorquino puede surgir en cualquier momento. Aunque a veces no dura mucho. En este caso hasta que llegamos a su estación de metro.

4 comentarios:

Dina dijo...

ya veo que lo habeis pasado fatal... y comer aún peor... ¡¡¡poooooooobrecicos!!!... ¡¡¡volver p'aspaña!!!

J dijo...

La "singladura" Manhattan - Staten Island no tiene precio,(y no es solo una expresión referente a los 0 $ del inexistente billete). Sobre todo coincidiendo con el atardecer ofrece unas vistas fabulosas.
Me pregunto qué opinaría la Statenisleña de vosotros cuando le pedisteis información sobre lugares de interés y os recomendó que fuerais a Manhattan...
El parque de los chinorris supongo que sería Columbus Park, que tiene un interesante playground con canastas. Has echado algún partidillo en la gran manzana?
Es admirable vuestra capacidad innata para asaltar los bufettes libres con hambre de lobos y poner al borde de la quiebra a sus propietarios con vuestros saqueos pantagruélicos. Alguna vez deberíais probar a ir tras una semana completa de ayuno. Puede ser memorable.
Saludos y permanecemos atentos a la pantalla.

Anónimo dijo...

Podías poner la foto de la rata en el metro

Abrazo

LC

Rufus dijo...

Ya ves, Dina. Unos os pegáis la gran vida y al resto nos toca resignarnos.
Lo de volver p´aspaña tendrá que esperar.Hasta que no arregles las cosas por allí me quedaré por tierras británicas.
Si la Statenisleña no pensó algo como "fucking tourists" poco le faltaría.
Correcto, se trataba del Columbus Park. En un minuto pasamos de no ver ni uno a estar rodeados de chinos.
No echamos ningún partido en Nueva York. Luis Carlos no quiere arriesgarse a una lesión y mi estilo es demasiado académico para esos playgrounds (Traducido:no me gusta que me sacudan).
Ya nos vieron venir en el restaurante limitándonos el banquete a 2 horas y espaciando el servicio. Evidentemente apuramos las 2 horas. Cosa que no vi que hiciera ningún cliente más.
Lo de ayunar (no tanto como una semana) ya lo he probado alguna vez antes de ir a buffets. Pero por mucho que se ayune contamos con la limitación física del volumen del estómago. Aún así lo forzamos bastante.
La foto de la rata no me quedó muy bien. La condenada no paraba de moverse y además me salió oscura. De todas formas ya te la mandaré.
Saludos.