jueves, 3 de noviembre de 2011

Primeros mordiscos a la Gran Manzana



La diferencia horaria con Estados Unidos (5 horas menos) invitaba a tomarme con calma la primera noche. Pero era viernes y no había ido a Nueva York a descansar. Así que, nada más tomar plaza en casa de mi amigo salimos a dar un voltio. Fuimos a una zona de garitos acabando en uno donde conocimos a un interesante grupo de 4 auténticas pívots. Como suele ser habitual por estos lares, se mostraron bastante receptivas, lo cual no quiere decir que ligar sea más fácil. Como bien dice la sabiduría popular. "Cuando la española besa, es que besa de verdad". Lo que aplicado a mi teoría, si una española no te manda a paseo a las primeras de cambio, tienes mucho terreno ganado, cosa que no sucede en los Estados Unidos. Nos cerraron el garito y las pívots se fueron a su casa sin despedirse. Como toma de contacto no había estado mal, pero el jet lag pasaba factura y había mucho por hacer, así que nos fuimos a dormir.
El día siguiente tenía como plato fuerte una Oktoberfest en el barrio de Harlem. Mi amigo había visto un anuncio en un garito del barrio y allá que fuimos. A plena luz del día, en una terraza bastante grande se servían jarras de cerveza en una escena que me recordaba al querido chupinazo de las fiestas de San Lorenzo de Huesca. En este caso, la cerveza alemana o americana hacía las veces de calimocho y la charanga era sustituida por un grupo de jazz. Conseguimos agenciarnos un par de sombreros que nos integraron totalmente en el ambiente festivo. Pototeamos lo que pudimos hasta que a las 6 de la tarde se empezó a desmontar el invento.
Las ganas de ver los míticos rascacielos se me apoderaban, así que bajamos en metro hasta Columbus Circle y me encontré con un panorama impresionante. Por muchas películas que se hayan visto y muchas ciudades que se hayan visitado, lo de los rascacielos neoyorquinos es impactante. Caminar por estas calles y mirar hacia arriba es una experiencia indescriptible. Bajamos por Broadway y llegamos a la plaza de Times Square, una especie de Picadilly Circus pero a lo bestia, donde se agolpaban cientos de turistas. Me empezaba a agobiar con tanta gente, así que decidimos volver a casa, pero sólo para tomar aire y dirigirnos a una discoteca de Harlem. Allí pude comprobar que Estados Unidos es la cuna del frotamiento. En Inglaterra o Irlanda lo había visto alguna vez, pero lo de Estados Unidos es todo un show. Se frota con contundencia, y algunas chicas se acaban poniendo a 4 patas en medio de la discoteca. Con este curioso espectáculo en mi retina, me fui dormir sabiendo que al día siguiente, la ciudad me iba a seguir sorprendiendo.

4 comentarios:

Dina dijo...

Me da en la nariz que vais a volver siendo unos hombres, jajaja... Disfrutarlo todotodoytodo

Rufus dijo...

Gracias Dina. Va a ser difícil volver a Huesca después de esto. Las comparaciones son odiosas.

Luis Carlos dijo...

Bueno, que estamos esperando el cierre de tus crónicas neoyorkinas. Aqui ya sabes que mañana empieza otra vez el frenesi de las visitas, a Nacho se le va a solapar Matteo...

Rufus dijo...

Claro, como tú ya conoces mis crónicas neoyorquinas ya quieres que las cierre y cambie de tema. Paciencia. El mundo tiene que conocer nuestras peripecias.
Menudo trío de pototeadores vais a formar. ¡Que tiemble NYC!