lunes, 14 de noviembre de 2011

Una historia del Bronx



No se me habían pasado mis ansias marineras, así que habíamos planeado una excursión a Ellis Island, la isla que servía como aduana de la ciudad, recibiendo a todos los emigrantes que venían en busca del sueño americano. En este caso, nuestro sueño de visitar la isla se truncó debido a que nos confundimos de linea de metro (estas cosas no pasan en Huesca). Así que hubo que rediseñar el plan para el día y dejar el paseo en barco para mejor ocasión. El metro nos conducía a Brooklyn, así que decidimos visitar otra vez el populoso distrito, aunque esta vez nos dejamos caer por el "Downtown", o centro financiero. No faltaban los rascacielos, que en cualquier ciudad serían impresionantes, pero teniendo Manhattan al lado, no destacaban demasiado. Tras unas dos horas de rastreo por la zona, viendo que no había mucho destacable, nos planteamos cambiar de lugar, no sin antes degustar el plato típico de Nueva York (los trozos de pizza de 1 dólar). Ya iba siendo hora de visitar el Bronx. Como buen consumidor de telefilmes policiacos estadounidenses en mi infancia, el Bronx era para mí poco menos que el lugar con más criminales por metro cuadrado de la Tierra. Desde luego que hace unos años no era un lugar precisamente plácido, aunque siempre se mitifican estas cosas.
Nos bajamos en una estación de metro en mitad del distrito con la idea de ir andando hasta casa. La primera impresión que recibí fue de que el Bronx no es un barrio elegante. Pero tampoco es "zona de guerra". Por lo visto en los 70 y 80 era una especie de ciudad sin ley. Pero desde entonces la seguridad, no sólo aquí, sino en toda la ciudad, ha mejorado espectacularmente. Abundan los colmenones, pero con el aire neoyorquino que les dan las escaleras de incendios en el exterior. Es muy destacable la presencia hispana, con muchos comercios e incluso anuncios publicitarios escritos en español. Tras un rato de caminar a la deriva, vimos una calle por la que transcurría una línea elevada de metro. Suele haber mucho comercio en estas calles, así que seguimos nuestra ruta por allí. Durante un rato la calle estaba copada por el gremio de los mecánicos de coches, con algunos talleres con nombres tan peculiares como "The Pascual´s Universe"(El Universo de Pascual). Luego ya empezaron a aparecer restaurantes y tiendas. En una de ellas me compré una careta de Frankestein que me daría mucho juego unos días después. Seguimos yendo hacia el sur hasta que llegamos al Yankee Stadium, donde juega el famoso equipo de Béisbol de los New York Yankees. No somos mucho de béisbol, así que no le hicimos mucho caso y cruzamos un puente sobre el río Harlem para volver a la isla de Manhattan. Segumos la pateada sin novedad y llegamos a casa sanos y salvos. No es cualquier cosa tras haber atravesado de noche el Bronx y Harlem...

2 comentarios:

Tyrannosaurus dijo...

A juzgar por tu prolificidad ultimamente, tu aventura neoyorkina ha sido bastante positiva. Lo celebro, así como tu posts sobre esta mitica ciudad nos permiten imaginarnos un poco mejor como es aquello a los que aun no hemos tenido el placer de visitarla.

Un saludo.

Rufus dijo...

La verdad es que Nueva York da mucho juego. Me alegro de que mis entradas te permitan hacerte una idea de la ciudad. Pero nada como venir directamente y hacerte tu propia idea.
Saludos