Que fuese posible no significaba que fuera cómodo ni barato, pero ya que salía de casa, no me iba a parar en esas minucias.
Así, sí |
El ferry nos dejó en Visby, que con una población de poco más de 22000 habitantes, es la capital de la isla. Se trata de una ciudad medieval de gran belleza, con múltiples edificios históricos y una muralla muy bien conservada.
Visby |
El hecho de su pequeño tamaño, su bien conservada arquitectura medieval y su condición insular, confieren un ambiente absolutamente genuino a Visby. Parece un lugar de otro tiempo, y desde luego, me ofreció la tan buscada por mí sensación de encontrar un lugar apartado y diferente.
Mi albergue estaba situado en las afueras de la ciudad. Tan afueras que me llevó más de media hora llegar al mismo. Se trataba de un curioso establecimiento que contaba con pub, restaurante, bolera , salón de conferencias y unas cuantas habitaciones para huéspedes. En este caso se trataba de un cuarto individual con cama doble, dotado una extraña y moderna decoración. Una vez aposentado me planteé qué hacer, ya que aún era primera hora de la tarde. Un dossier que encontré en la habitación, que explicaba generalidades del albergue y de la zona me dio la idea. Hablaba de unas maravillosas y animadas playas (Tofta) que se encontraban a sólo unos 20 minutos de la capital. Consulté los horarios de autobús y vi que había una línea que pasaba por allí, así que me puse el bañador y me di otro paseo de media hora hasta la estación de autobuses. Al montarme le dije a la conductora mi destino. Me dijo que no pasaba por allí, pero me podía dejar en una parada cercana.
Un poco extrañado me senté, y permanecí atento a ver si el paisaje me daba alguna pista de dónde debía parar. Se sentó a mi lado una tinajera muy simpática (aparte de guapa, pero eso ya no me llamaba la atención a estas alturas del viaje) a la que pregunté por la parada más cercana a la playa de Tofta. El que no lo supiera me asustó un poco, pero afortunadamente, consultó el GPS de su móvil y me fue dando referencias, hasta que llegamos a la parada. Con mi talento natural no la hubiera reconocido ni de casualidad. Se trataba de un humilde poste con un minúsculo letrero, y la playa no se veía por ninguna parte.
Por lo menos sabía que el mar estaba al oeste, así que, tras un buen rato de probatinas conseguí llegar a una playa. No estaba mal, pero no era ni mucho menos lo que me esperaba. La tan cacareada animación se resumía a un camping semivacío y 5 ó 6 personas paseando. Sin tiempo para lamentaciones, ya que el sol estaba descenciendo dramáticamente, me despojé de mi camiseta y me introduje en el agua. Tenía que bañarme en el Báltico cayera quien cayera.
Prueba superada |
Por suerte, no tuve que esperar mucho (unos 10 minutos) cuando apareció un autobús en el horizonte. Paró a mi señal y me llevó a la capital sin más incidencias, y sin más pasajeros, ya que yo era el único viajero en ese momento.
Ya en Visby, me dio tiempo a llegar a la playa (por llamar de alguna forma a un conjunto de pedrolos formando la línea de costa) y presencian mi tercer atardecer sobre el mar en pocos días, que es unos de los mayores espectáculos que nos pueda ofrecer la naturaleza.
De vuelta al albergue, me detuve en un hipermercado para comprar la cena. Además de poder curiosear muchos productos diferentes a los habituales, pude adquirir un sabroso pollo asado que me resultó sorprentemente barato, especialmente en comparación con los elevados precios que caracterizan a Suecia.
Debido a las características y a la situación del albergue, no esperaba que hubiera muchos mochileros alojados, así que me hacía la idea de comerme el pollo en solitario. Pero al llegar a la cocina, la encontré sorprendentemente animada. Pronto me uní a una conversación que estaban entablando un hombre de mediana edad y una joven japonesa, a la que pronto se unió un hombre que aparentaba tener ya sus sesenta años. Se trataba de un sueco que estaba trabajando en las carreteras de la isla. El otro hombre era alemán llevaba unos días visitando la isla en plan exhaustivo. La japonesa era de una especie que no me era desconocida: chica que va sola por Europa y aprovecha el viaje para conocer varios países.
Atardecer en Visby |
Había pensado en darme un voltio por Visby por la noche. Pero viendo que la temporada turística había acabado, y que la conversación resultaba de lo más estimulante, decidí quedarme en el albergue hasta que el sueño nos venció. Aún me quedaba una mañana en la isla, y a fe que la iba a aprovechar.